domingo, 4 de noviembre de 2012

Crisis y cambio en el fin de una época

El crecimiento y expansión que vivía Europa desde el siglo XI fue interrumpido en el siglo XIV por una crisis que abarcó distintos ámbitos de la sociedad medieval:

-El hambre y la peste: a partir de 1318 hubo una sucesión de malas cosechas, probablemente debido a un período de bajas temperaturas, lo cual provocó una gran escasez de alimentos, principalmente de cereales. Fue un duro período de hambrunas que provoco muchas muertes y debilitó a la población en general. Esta población, ya debilitada, fue azotada por una terrible epidemia. En las bodegas de los barcos que transportaban trigo desde Oriente hacia Europa, llegaron ratas que alojaban pulgas portadoras del bacilo de la peste bubónica, también llamada ''peste negra''. La picadura de pulga en los seres humanos propagó la enfermedad, transformándose en una epidemia que se expandió rápidamente desde el año 1348, especialmente por las ciudades, causando una mortandad de enormes proporciones.

-Crisis económica y social: la dramática disminución de la población, con la consecuente falta de trabajadores, acentuó la escasez de productos. La disponibilidad de alimentos en los campos fue menor y, por lo mismo, se redujeron las rentas de los señores y aumentó la miseria campesina. Las exigencias desmedidas de los señores provocaron en algunos lugares sublevaciones de campesinos que fueron duramente reprimidas. En las ciudades también hubo conflictos por la disminución de la producción y del comercio, y por el alza de los precios. Se agudizaron las tensiones entre los más pobres y los sectores más ricos de la ciudad, lo que desembocó en algunas revueltas urbanas.

-Guerras constantes: en gran parte de Europa la crítica situación que se vivía fue agravada por las guerras. El conflicto más duradero fue protagonizado por los reinos de Francia e Inglaterra, con interrupciones, entre lo años 1337 y 1453, en la llamada Guerra de los Cien Años. Las guerras de este período debilitaron aún más a los señores feudales y fortalecieron el poder de los reyes, los cuales, además, incorporaron el uso de la artillería.

-Problemas de la Iglesia Católica: al interior de la Iglesia existía un sentimiento de crisis. Los fieles percibían, sobre todo en los altos dignatarios, un relajamiento moral y un mayor interés por los asuntos políticos y económicos que por la labor pastoral. La figura del Papa se había debilitado y desprestigiado. A comienzos del siglo XIV, a instancias del rey de Francia, un arzobispo francés fue elegido Papa, Clemente V, y trasladó  su resistencia a Avignon. En esa ciudad francesa residieron los pontífices durante los 64 años hasta que Gregorio XI regreso a Roma en 1377. Al año siguiente murió y fue elegido Papa un italiano, Urbano VI, pero los cardenales franceses nombraron a otro, Clemente VI, quien se trasladó a Avignon. Esta división de la Cristianidad, en que unos pueblos obedecían al Papa de Avignon y otros al de Roma, se ha dominado Cisma (Cisma: Separación de ideológica de los miembros de una comunidad con respeto al que pertenecían) de Occidente. La situación se resolvió en 1417, en el Concilio (Concilio: Reunión de obispos de la Iglesia Católica con el Papa para discutir y establecer cuestiones relativas a la fe, los dogmas y la organización interna) de Constanza, con la elección del Papa Martín V, quien volvió a residir en Roma.

Durante el siglo XIV, además de la crisis ya mencionadas, se fue verificando una serie de cambios que marcarían las tendencias de la nueva época que se venía gestando. Entre ellos, se pueden reconocer los siguientes:
-La crisis de la Iglesia Católica iba más allá de los problemas que habían experimentado el papado y comenzaron a manifestarse en su interior, cada vez con mayor énfasis, las exigencias de una reforma.
-Mientras las monarquías seguían fortaleciéndose, el emperador del Sacro Imperio Germánico iba perdiendo poder, más aún cuando, a mediados del siglo XIV, la corona imperial se hizo electiva. Este debilitamiento favoreció el poder de los príncipes laicos y eclesiásticos que dominaban los múltiples territorios del imperio y permitió el desarrollo más independiente de las ciudades comerciales alemanas, las que agrupadas en la Hansa, controlaron el comercio del mar del Norte y el Báltico. La Hansa llegó a contar con más de 70 ciudades y fue liderada por la ciudad de Lübeck.
-Las ciudades italianas continuaron en su senda de progreso, pero el comercio mediterráneo se vio dificultado por el avance turco en Asia Menor. Los europeos ya no tenían el acceso a Asia que habían tenido en el siglo XIII y comenzaron los intentos de encontrar nuevas rutas comerciales al Oriente, concentrándose los esfuerzos en la navegación por el océano Atlántico. Estos viajes se vieron favorecidos por la introducción de adelantos técnicos como la brújula, el astrolabio y los portulanos.
-La cultura comenzaba a secularizarse. La recuperación del saber clásico despertó, en una élite intelectual, el interés por el estudio de los antiguos autores griegos y romanos, sentándose las bases del movimiento denominado Humanismo. Entre sus precursores destacaron Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Bocaccio, autores italianos que escribieron en lengua vernácula (Lengua vernácula: lengua o idioma del país) y comenzaron a poner de relieve temas humanos.